Paz de ariporo

Campesino herido por un marrano sabanero debió ser trasladado en camilla improvisada durante 14 horas hasta llegar al hospital en Paz de Ariporo

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La fuerza de la solidaridad campesina volvió a brillar en medio de la adversidad. En la vereda Varsovia, zona rural de Paz de Ariporo, un campesino identificado como Norberto Bonna sufrió el pasado 8 de septiembre una grave mordedura de un marrano cerrero que le ocasionó una profunda herida en la pierna.

De inmediato, familiares y vecinos buscaron ayuda a través de distintos medios de comunicación y autoridades, solicitando un helicóptero para evacuar al paciente, ya que la zona permanece incomunicada por las fuertes lluvias. Sin embargo, ninguna entidad estatal logró dar respuesta. Ni la EPS, ni el CRUE, ni la Secretaría de Salud, ni la Fuerza Aeroespacial Colombiana pudieron articular un traslado aéreo. Tampoco se dispuso de una ambulancia.

Ante la ausencia total del Estado, fue la comunidad la que asumió la misión de salvarle la vida. En una travesía de más de 14 horas a pie, vecinos y familiares cargaron al campesino en una improvisada camilla, atravesando caños, esteros y morichales inundados. Durante el trayecto, Bonna sufrió varios desmayos y la pérdida progresiva de la visión a causa de la hemorragia.

Hacia las 10:30 de la noche del 9 de septiembre, una camioneta que transitaba por el sector de La Cotiza recogió al herido, sin protocolos médicos ni condiciones sanitarias adecuadas, y lo condujo hasta el Hospital Local de Paz de Ariporo, donde ingresó a las 3:30 de la madrugada del 10 de septiembre, tras casi 48 horas de agonía.

Finalmente, don Norberto Bonna fue remitido ese mismo día al Hospital Regional de la Orinoquía, donde permanece bajo atención médica. El parte entregado a su familia indica que varios tendones resultaron comprometidos, actualmente los mantiene encogidos y existe el riesgo de que pierda su pierna.

Este dramático caso refleja la crudeza del abandono estatal en las zonas rurales más apartadas del Casanare, donde la vida de los campesinos queda en manos de la providencia y de la solidaridad de sus propios vecinos.

Aun así, el episodio también deja una poderosa lección: la resistencia y hermandad del pueblo llanero, que no duda en cargar sobre sus hombros la vida de uno de los suyos cuando las instituciones fallan.

En medio de la impotencia y el dolor, queda una certeza: en los Llanos, cuando el Estado se ausenta, es la comunidad la que responde.
Un aplauso para quienes hicieron posible este acto de humanidad y entrega.

¡Orgullo de ser llaneros!