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Sin vías no se puede hablar de integración

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Por: Cayo Mario Sepúlveda

Hace pocos días asistimos en Yopal a la primera Cumbre Orinoquía–China, convocada por la senadora Sonia Bernal, con presencia de varios viceministros del Gobierno Nacional, la gobernadora del Meta, el gobernador de Casanare y representantes de las cámaras de comercio. También participó el embajador de China en Colombia, en un espacio que buscó abrir posibilidades de cooperación, inversión y convenios comerciales entre empresarios de la región y la segunda potencia económica del mundo.

El evento fue valioso y dejó entrever oportunidades interesantes para los habitantes de la Orinoquía. Sin embargo, no pasó desapercibida la ausencia del departamento de Arauca, que no envió ni siquiera un delegado oficial. En contraste, los municipios de Tame y Arauquita tuvieron una participación destacada.

Meta y Casanare expusieron con claridad sus potencialidades, mostrando liderazgo en la región. Pero más allá de discursos, surge una reflexión ineludible: no puede hablarse de integración regional sin antes garantizar conectividad vial.

La deuda con los departamentos más olvidados

Para territorios como Vichada y Guaviare, hablar de integración y comercio resulta un despropósito, casi una ofensa, cuando aún carecen de vías de comunicación básicas que los conecten entre sí y con el resto del país. Pretender impulsar competitividad y desarrollo sin esta infraestructura mínima es condenarlos a seguir siendo simples convidados de piedra.

Si bien el folclore, la gastronomía y las tradiciones llaneras son pilares de identidad cultural —carne asada, pisillo de chigüiro, casabe, danzas—, no bastan para sostener un proceso real de desarrollo. La dignidad de estas regiones empieza por garantizarles carreteras que les permitan integrarse y acceder a las oportunidades que se anuncian en este tipo de escenarios.

Un propósito común

La verdadera integración de la Orinoquía requiere un propósito compartido, especialmente de los departamentos con mayor músculo político y económico como Meta y Casanare, que deberían liderar la gestión de proyectos estratégicos para cerrar las brechas históricas. Ignorar las necesidades de los territorios más rezagados equivale a hablar de comercio y desarrollo mientras se cuenta plata delante de los pobres.

En conclusión, antes de pensar en tratados comerciales y acercamientos internacionales, es indispensable construir las arterias viales que den vida a la integración regional. Solo así la Orinoquía podrá estar a la altura de sus potencialidades y avanzar hacia un futuro de equidad y verdadero progreso.

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