Colombia

Niñas y niños de Usme y Sumapaz presentan problemas de aprendizaje por uso de plaguicidas en cultivos

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Una investigación de la alianza por la salud de la ruralidad en la que participa la Escuela de Medicina de la Universidad del Rosario, analizó el estado de salud de 232 menores de las localidades de Usme y Sumapaz. Se encontró que todos presentan residuos en su cuerpo de varios agrotóxicos que se utilizan para eliminar insectos y hongos en los cultivos; además, estos plaguicidas generaron aumento del riesgo de problemas neuropsiquiátricos como déficit de atención en estos menores.

Las niñas y los niños de Usme y Sumapaz presentan problemas de aprendizaje relacionados con déficit de atención y falta de memoria, como consecuencia de los plaguicidas que son empleados en los cultivos de estas localidades para que no se vean afectados por los insectos, según lo concluye un estudio en el que participó la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

“Nosotros medimos los agrotóxicos o comúnmente llamados plaguicidas en la orina de los menores. Lo más triste de esta investigación es que de los 232 niñas y niños entre 7 y 10 años que fueron mapeados para el estudio, el 100 por ciento tienen este veneno”, afirmó John Benavides, profesor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario y líder de la investigación en salud rural con un enfoque epidemiológico y social.

Los agrotóxicos son productos químicos que son utilizados en grandes cultivos para envenenar los insectos y hongos que atacan las plantas. “La mayoría de esos productos son neurotoxinas y afectan el cerebro de las personas. Sin embargo, el cerebro de las niñas y los niños es mucho más susceptible a estas sustancias, porque obstaculiza el desarrollo del proceso de aprendizaje”, explicó el académico.

Plaguicidas y sus efectos en el desarrollo cognitivo de los niños

Este tipo de productos o agrotóxicos han crecido mucho durante los últimos 20 años en Colombia. Aunque se había investigado su impacto en la intoxicación aguda, es decir, los síntomas que se presentan de forma rápida en los pacientes, poco se había estudiado sobre sus efectos a largo plazo.

De acuerdo con el investigador, los agrotóxicos entran por varias vías al cuerpo: oral, respiratoria y, sobre todo, piel. 

En la investigación fueron mapeados 23 agrotóxicos, de los cuales 13 tenían niveles detectables. Se encontró que ningún niña o niño estaba libre de estos en la ruralidad de Usme y Sumapaz y ninguno tenía su cuerpo libre de esos venenos. Para el experto, lo más preocupante es que se hallaron grandes impactos en el funcionamiento del cerebro de los menores de estas comunidades.

“Este escenario es complejo para el futuro de los menores de las localidades de Usme y Sumapaz. Además de estas sustancias que afectan su salud, los niños se enfrentan a otros impactos sociales, como por ejemplo la desnutrición. Un niño, en este momento de nuestra historia, que tiene un mal desarrollo intelectual está condenado a la pobreza, porque no podrá ir a la educación superior, ya que simplemente no tendrá las capacidades”, afirmó el investigador Benavides.

¿Qué se detectó en el cerebro de los niños?

“La función cognitiva superior, la que nos hace humanos, es la que evaluamos por medio de un test de inteligencia. Encontramos que las niñas y los niños tenían problemas con la memoria de trabajo y tienden a tener síndromes de déficit de atención, lo que claramente va a generar impactos negativos en su proceso de aprendizaje”, explicó el experto.

Benavides comentó que las neurotoxinas más fuertes, que son las inhibidoras de un encima y las más tóxicas, son las que están en mayores concentraciones en los menores. Aunque no se detectó diferencias entre niñas y niños, sí se encontró un aumento en las sustancias entre los niños que tenían a sus padres trabajando con estos venenos y los que no, puesto que tenían mayor concentración de los tóxicos dentro de su cuerpo.

“A pesar de que hay familias que no trabajan directamente con estos agrotóxicos, estas estaban contagiadas porque este veneno viaja por el aire y por el agua. El viento es el principal elemento de propagación”, dijo el profesor de la Universidad del Rosario.

Bogotá en riesgo

“En la capital del país es probable que nosotros también tengamos algunos rastros de estos agrotóxicos, solo que en menor medida porque están en los alimentos”, afirmó el investigador.

Cabe resaltar que esta situación no es responsabilidad de los campesinos, porque ellos desconocen que los productos que usan en los cultivos son tóxicos. Incluso, en el mercado los llaman plaguicidas y no elementos tóxicos.

“Es una estrategia comercial para facilitar la compra de los agrotóxicos y que no sepamos que generan intoxicación e impactos a largo plazo. Ahí la gran industria farmacéutica es la que debe informar y generar claridad sobre los impactos de estas sustancias, no solo al campesinado sino a la sociedad en general”, comentó Benavides.

Para el profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad del Rosario, la mejor medida de prevención es la eliminación de la exposición, es decir, se debe controlar el uso y la comercialización. “No es solo tener una etiqueta con una calavera. Necesitamos saber realmente cuáles son los impactos y si van a quedar residuos en el producto final. En este contexto es clave fomentar la agroecología”, dijo.

En Colombia se necesita fortalecer la capacidad de producir alimentos sin destruir el planeta, es decir, convertir el campo en el gran captador de CO2 (dióxido de carbono) que se necesita. “Esto por medio de la agroecología, no por medio de los insumos que se traen del extranjero para metérselos a la tierra”, concluyó el académico.

Fuente : Prensa Universidad del Rosario

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